jueves, 18 de junio de 2015

¿Futuros campeones?


P. ¿Te preocupa perder en los campeonatos?
R. Sí, me da miedo que la gente piense que soy mala y que mi entrenadora se enfade conmigo.” (Chari, 8 años. Gimnasia acrobática. Compite a nivel nacional.)



Cada vez es más frecuente que niños y adolescentes participen en deportes de competición. La competición en el deporte puede contribuir además de al desarrollo físico, al progreso emocional e intelectual. “Me gusta competir porque creo que después de estar mucho tiempo practicando algo tengo que mostrar lo que he aprendido.”-declara Sofía, una adolescente de 15 años que practica gimnasia acrobática.

La percepción de las propias habilidades, la comparación con los demás y el trabajo en equipo, son aspectos muy positivos en el despliegue de la personalidad. Pero el deporte competitivo de alto nivel en la infancia no sólo tiene límites de rendimiento físico, sino que lleva también consigo riesgos psicológicos y de desarrollo social.




RIESGOS FÍSICOS

Es bien sabido que cantidades tolerables de ejercicio pueden estimular el crecimiento físico normal de manera positiva.

Sin embargo, aunque se sabe muy poco, es probable que cuando la carga física se hace excesiva, se pierdan los efectos beneficiosos sobre el esqueleto y el entrenamiento se vuelva negativo e incluso altere el crecimiento normal.

Los niños y adolescentes que practican deportes de alta competición sufren muchas lesiones, provocadas por el exceso de ejercicio que supone una intensa preparación, a la vista de torneos o campeonatos. Estas lesiones son consecuencia de frecuentes sobrecargas que provocan pequeños traumatismos en los tejidos musculares.

Casi nunca falto a entrenar. Cuando estoy muy cansada también voy porque no puedo dejar solas a mis compañeras.”- cuenta Chari, de 8 años.



LA MALA SUERTE DE DESIRÉE VILA


Esta gimnasta acrobática de 16 años apareció en todos los medios cuando el pasado mes de Marzo le amputaron una pierna a consecuencia de las complicaciones que sufrió tras una rotura múltiple al realizar un salto mortal en plancha durante un entrenamiento. 
 

En estos momentos recibe apoyo psicológico, para superar el trauma de la pérdida de la pierna, su retirada de la competición y su adaptación a un nuevo tipo de vida, con muchas limitaciones. Ahora, su meta es aprobar 1º de Bachillerato.






RIESGOS PSICOLÓGICOS

La excesiva carga de entrenamiento y competición, malos resultados etc., pueden deteriorar a la persona disminuyendo el rendimiento en otros campos de la vida y generando un círculo negativo del que es difícil salir, con problemas psicológicos como miedo, ansiedad, hastío… (“Estrés del entrenamiento”- SILVA, 1990).

En el ámbito competitivo hay un importante aspecto de socialización que es necesario tener en cuenta. 

Todos somos vulnerables al estrés dependiendo la presión que tengamos. Esta presión puede ser externa pero también interna por expectativas demasiado altas con respecto a uno mismo. (“Estrés-extremo”, EDUARDO-LÁZARO)
 

Mis padres no me presionan, ellos siempre me apoyan, pero el hecho de hacerlo mal o repetir los fallos que tuve en la anterior competición siempre me pone nerviosa. Me presiono yo misma, y también mi entrenadora.” (Sofía, 15 años.)


Todos los psicólogos aseguran que los jóvenes competidores deben estar en condiciones de mantener distintos contactos sociales, no sólo dentro del deporte, sino también fuera de éste, para evitar posibles dependencias de la actividad, lo que podría tener graves consecuencias en caso de verse obligado a abandonar la misma. Sin embargo, en muchas ocasiones este aspecto no se cumple debido al excesivo número de horas de entrenamiento y el horario en el que se realiza.


Entrenamos catorce horas semanales, dos diarias. Acabo de entrenar a las diez, por lo que tengo que estudiar siempre antes. Muchas veces me falta tiempo para hacer deberes, salir con otros amigos…” (Ainara, 14 años. Compite en natación a nivel regional en categoría cadete.)

EL CASO DE NADIA COMANECI


Esta gimnasta rumana de los años 70, que conquistó 9 medallas olímpicas, 5 de ellas de oro, es un caso extremo de sobreexplotación infantil en el deporte. 


 
Obligada a retrasar su menstruación, con un régimen extremo de comidas y agotadoras concentraciones, fue sin embargo un modelo estético para las jóvenes de la época. La obsesión por la perfección, según ella misma contó, le apartó de lo que hubiera sido una infancia normal. Llegó a odiar la pubertad, los kilos y las curvas, ya que era consciente de que con el desarrollo acabaría su éxito mundial.

Los más pequeños no tienen una percepción consciente del sacrificio que supone dedicarse casi profesionalmente a este tipo de disciplinas, aunque los padres tampoco parecen darse cuenta de esta cara oscura del deporte. Con el paso de los años, las competiciones cada vez más complicadas hacen que el universo personal de los jóvenes competidores se restrinja, obligándoles a veces a una contención exagerada de sus emociones, posibles malestares, físicos, etc., algo que ellos terminan por ver completamente normal.

Además de su tarea deportiva, el entrenador tiene en sus manos una responsabilidad pedagógica hacia el presente y el futuro de los jóvenes, y en muchos casos la obsesión por el éxito se impone a la realización de esta tarea, para nada menos importante. “Está con una alimentación hiperproteínica. También la dan pautas para dormir, unas diez horas diarias.”-declara Rocío, refiriéndose a su hija, Chari.

Por todo esto, es necesario que padres y entrenadores sean conscientes de las tensiones físicas y psicológicas que experimentan los niños y adolescentes que practican deportes de competición, y no pueden obviar estos aspectos ni siquiera con el pretexto del éxito de los resultados o del aprovechamiento de un gran talento.

La satisfacción personal o la proyección de los sueños de los adultos nunca deben poner en peligro la formación personal de un niño ni el disfrute de cada una de sus etapas de crecimiento.



Pablo Aragón González. 4º ESO C 





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