miércoles, 10 de junio de 2015

"Un terrorista: Él observa", de Wisława Szymborska


UN TERRORISTA: ÉL OBSERVA

La bomba explotará en el bar a las trece veinte.
Ahora apenas son las trece y dieciséis.
Algunos todavía tendrán tiempo de salir.
Otros de entrar.

El terrorista ya se ha situado al otro lado de la calle.
Esa distancia lo protege de cualquier mal
y se ve como en el cine:

Una mujer con una cazadora amarilla: ella entra.
Un hombre con unas gafas oscuras: él sale.
Unos chicos con vaqueros: ellos están hablando.
Trece diecisiete y cuatro segundos.
Ese más bajo tiene suerte y sube a una moto,
y ese más alto entra.

Trece diecisiete y cuarenta segundos.
Una niña: ella va andando con una cinta verde en el pelo.
Sólo que de repente ese autobús la tapa.

Trece dieciocho.
Ya no está la niña.
Habrá sido tan tonta como para entrar, o no.
Eso ya se verá cuando vayan sacando.

Trece diecinueve.
Y ahora como que no entra nadie.
En vez de entrar aún hay un gordo calvo que sale.
Pero parece que busca algo en sus bolsillos y
a las trece veinte menos diez segundos
vuelve a buscar sus miserables guantes.

Son las trece veinte.
Qué lento pasa el tiempo.
Parece que ya.
Todavía no.
Sí, ahora.
Una bomba: la bomba explota.




Wisława Szymborska fue una poeta y escritora nacida en 1923 en Kórnik, ciudad situada al oeste de Polonia. En 1931 se trasladó a Cracovia. Allí estudió Lengua y Literatura Polaca y Sociología; no obstante, por motivos económicos, se vio obligada a abandonar los estudios. Desde muy joven se dedicó a la literatura publicando poesías en periódicos y revistas. Algunas de sus obras son Llamando al Yeti (1957), Fin y principio (1993)  o Aquí (2009), entre otras.

Entre los numerosos premios que ha obtenido se encuentra Premio Ciudad de Cracovia de Literatura (1954), Premio Goethe (1991), Premio Herder (1995) y, el más destacado, Premio Nobel de Literatura (1996).

Falleció en Cracovia, el 1 de febrero de 2012.




Un par de años después, he vuelto a leer el poema de Wislawa Szymborska “Contribución a la estadística”. Dos versos me hicieron falta para recordar la primera vez que lo oí allá por 2013, quizás. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo pero lo es aún más el hecho de que, con la renovación constante del lenguaje, el  poema siga siendo fácil de entender. Esto fue lo que me motivó a querer buscar más sobre ella. 

En las páginas que investigaba, cada poema me gustaba más que el anterior: “La habitación del suicida”, “Las tres palabras más extrañas”, “Un gato en un piso vacío”… Entonces fue cuando encontré “Un terrorista: Él observa.” 

Mi atención fue captada desde el primer verso de ese poema. A medida que iba avanzando, una proyección casi cinematográfica se iba formando en mi mente. Los enunciados que citaban la hora creaban una congoja, una aflicción en mi interior. Posteriormente, mencionó a la niña. Hasta ahora me pregunto qué habrá pasado con ella. 

Casi al final, unos cuantos versos aluden a aquel hombre gordo y calvo. Estuve a punto de gritarle que no volviera al bar. Fue entonces cuando se paró el tiempo en mi mente y la bomba explotó. En ese momento, experimenté una sensación vacía. No sabía lo que había ocurrido ni quería saberlo porque, en mi opinión, las sensaciones están para sentirlas, no merecen ser explicadas y menos cuando el efecto es provocado por un poema tan delicado y estremecedor como lo es “Un terrorista: Él observa.”.

Dayana C. 4º ESO B

Nota: Este poema forma parte de la antología colectiva elaborada por el alumnado de 4º ESO durante el curso 2014-2015. Nos sirvió de referente el libro colectivo Verso a Verso, obra de estudiantes del instituto nº 1 de Gijón.

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