Cuentan
que fue en un pueblo de Arkansas. Durante un recital de B.B.
King,
dos espectadores comenzaron a discutir por una mujer. La cosa se puso
fea. Se llegó a declarar un incendio y hubo que evacuar la sala.
Pero B.B. King dio media vuelta para rescatar su guitarra Gibson. De
ninguna manera dejaría que fuese consumida por las llamas. Lucille
se llamaba la mujer. Y Lucille se llamarían, a partir de entonces,
sus guitarras que, como nadie, sabían llorar blues.
Se
nos va otro mito. Ha muerto el rey
del blues,
testigo de una época en la que la música negra era despreciada por
muchos. Testigo, en la famosa calle Beale de Memphis, de cómo una
forma de pensar y sentir la música estaba llamada a ser aceptada por
todos como propia.
Dicen
que Lucille ha enmudecido. Llora en silencio la muerte de un padre.
Llora, sin notas, a ritmo de blues.
LUNES.
The thrill is gone.
MARTES.
Blues boys tune.
MIÉRCOLES.
Riding with the king.
JUEVES.
Three o’clock blues.
VIERNES.
Everyday I have the blues.
Publicado por Alicia Ramonet.
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