P. ¿Te preocupa perder en los campeonatos?
R. Sí, me da miedo que la gente piense que soy mala y que mi entrenadora se enfade conmigo.” (Chari, 8 años. Gimnasia acrobática. Compite a nivel nacional.)
Cada vez es más frecuente que niños y adolescentes participen en deportes de competición. La competición en el deporte puede contribuir además de al desarrollo físico, al progreso emocional e intelectual. “Me gusta competir porque creo que después de estar mucho tiempo practicando algo tengo que mostrar lo que he aprendido.”-declara Sofía, una adolescente de 15 años que practica gimnasia acrobática.
La
percepción de las propias habilidades, la comparación con los demás
y el trabajo en equipo, son aspectos muy positivos en el despliegue
de la personalidad. Pero el deporte competitivo de alto nivel en la
infancia no sólo tiene límites de rendimiento físico, sino que
lleva también consigo riesgos psicológicos y de desarrollo social.
RIESGOS
FÍSICOS
Es
bien sabido que cantidades tolerables de ejercicio pueden estimular
el crecimiento físico normal de manera positiva.
Sin
embargo, aunque se sabe muy poco, es probable que cuando la carga
física se hace excesiva, se pierdan los efectos beneficiosos sobre
el esqueleto y el entrenamiento se vuelva negativo e incluso altere
el crecimiento normal.
Los
niños y adolescentes que practican deportes de alta competición
sufren muchas lesiones, provocadas por el exceso de ejercicio que
supone una intensa preparación, a la vista de torneos o campeonatos.
Estas lesiones son consecuencia de frecuentes sobrecargas que
provocan pequeños traumatismos en los tejidos musculares.
“Casi
nunca falto a entrenar. Cuando estoy muy cansada también voy porque
no puedo dejar solas a mis compañeras.”-
cuenta Chari, de 8 años.
LA MALA SUERTE DE DESIRÉE VILA
Esta
gimnasta acrobática de 16 años apareció en todos los medios cuando
el pasado mes de Marzo le amputaron una pierna a consecuencia de las
complicaciones que sufrió tras una rotura múltiple al realizar un
salto mortal en plancha durante un entrenamiento.
En
estos momentos recibe apoyo psicológico, para superar el trauma de
la pérdida de la pierna, su retirada de la competición y su
adaptación a un nuevo tipo de vida, con muchas limitaciones. Ahora,
su meta es aprobar 1º de Bachillerato.
RIESGOS
PSICOLÓGICOS
La
excesiva carga de entrenamiento y competición, malos resultados
etc., pueden deteriorar a la persona disminuyendo el rendimiento en
otros campos de la vida y generando un círculo negativo del que es
difícil salir, con problemas psicológicos como miedo, ansiedad,
hastío… (“Estrés del entrenamiento”- SILVA, 1990).
En
el ámbito competitivo hay un importante aspecto de socialización
que es necesario tener en cuenta.
“Todos
somos vulnerables al estrés dependiendo la presión que tengamos.
Esta presión puede ser
externa pero también interna por expectativas demasiado altas con
respecto a uno mismo.”
(“Estrés-extremo”,
EDUARDO-LÁZARO)
“Mis
padres no me presionan, ellos siempre me apoyan, pero el hecho de
hacerlo mal o repetir los fallos que tuve en la anterior competición
siempre me pone nerviosa. Me presiono yo misma, y también mi
entrenadora.” (Sofía, 15
años.)
Todos
los psicólogos aseguran que los jóvenes competidores deben estar en
condiciones de mantener distintos contactos sociales, no sólo dentro
del deporte, sino también fuera de éste, para evitar posibles
dependencias de la actividad, lo que podría tener graves
consecuencias en caso de verse obligado a abandonar la misma. Sin
embargo, en muchas ocasiones este aspecto no se cumple debido al
excesivo número de horas de entrenamiento y el horario en el que se
realiza.
“Entrenamos
catorce horas semanales, dos diarias. Acabo de entrenar a las diez,
por lo que tengo que estudiar siempre antes. Muchas veces me falta
tiempo para hacer deberes, salir con otros amigos…”
(Ainara, 14 años. Compite en natación a nivel regional en categoría
cadete.)
EL CASO DE NADIA COMANECI
Esta
gimnasta rumana de los años 70, que conquistó 9 medallas olímpicas,
5 de ellas de oro, es un caso extremo de sobreexplotación infantil
en el deporte.
Obligada
a retrasar su menstruación, con un régimen extremo de comidas y
agotadoras concentraciones, fue sin embargo un modelo estético para
las jóvenes de la época. La obsesión por la perfección, según
ella misma contó, le apartó de lo que hubiera sido una infancia
normal. Llegó a odiar la pubertad, los kilos y las curvas, ya que
era consciente de que con el desarrollo acabaría su éxito mundial.
Los
más pequeños no tienen una percepción consciente del sacrificio
que supone dedicarse casi profesionalmente a este tipo de
disciplinas, aunque los padres tampoco parecen darse cuenta de esta
cara oscura del deporte. Con el paso de los años, las competiciones
cada vez más complicadas hacen que el universo personal de los
jóvenes competidores se restrinja, obligándoles a veces a una
contención exagerada de sus emociones, posibles malestares, físicos,
etc., algo que ellos terminan por ver completamente normal.
Además
de su tarea deportiva, el entrenador tiene en sus manos una
responsabilidad pedagógica hacia el presente y el futuro de los
jóvenes, y en muchos casos la obsesión por el éxito se impone a la
realización de esta tarea, para nada menos importante. “Está
con una alimentación hiperproteínica. También la dan pautas para
dormir, unas diez horas diarias.”-declara
Rocío, refiriéndose a su hija, Chari.
Por
todo esto, es necesario que padres y entrenadores sean conscientes
de las tensiones físicas y psicológicas que experimentan los niños
y adolescentes que practican deportes de competición, y no pueden
obviar estos aspectos ni siquiera con el pretexto del éxito de los
resultados o del aprovechamiento de un gran talento.
La
satisfacción personal o la proyección de los sueños de los adultos
nunca deben poner en peligro la formación personal de un niño ni el
disfrute de cada una de sus etapas de crecimiento.
Pablo Aragón González. 4º ESO C
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